Francisco Piedra

#El Síndrome del Impostor, un gran enemigo de nuestra productividad

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A medida vamos creciendo, hay algo que experimentamos cada vez más. Algo que nos consume por dentro y nos paraliza. Es esa vocecita en nuestras cabezas que nos afirma no estar listos para una situación nueva y desafiante la cual estamos por enfrentar. Aunque no parezca cierto, todo esto está conceptualizado y se conoce popularmente como el “Síndrome del Impostor”. Básicamente es ese miedo de no estar a la altura de los demás, que descubran que “no sabemos nada” y no estamos para esto. Sentimos no tener las cualidades ni la experiencia necesaria para estar en una situación de la cual no podemos escapar. No se trata de miedo al fracaso, si no al miedo de "ser descubiertos". Es un concepto desarrollado en los años 70 presente en las personas que experimentamos cosas nuevas, que nunca habíamos hecho antes. Como por ejemplo sacar una materia importante de la universidad, dar una presentación importante, tener una entrevista laboral. Nunca les atravesó el pensamiento de “¿qué hago sentado/a en esta mesa? Trabajando con estos genios y genias, ¿qué hice para merecer esto? Claramente no me lo merezco, soy una farsa, soy un impostor”. Incluso nos privamos de hacer preguntas por miedo a hacer el ridículo. Crecemos, pero a la vez nos achicamos; es paradójico.

Lo positivo de todo esto es que no somos los únicos, no estamos solos. Grandes personalidades de todas las industrias afirman haberlo sentido a lo largo de sus carreras y lo siguen haciendo hasta el día de hoy. Personas como Neil Armstrong, Meryl Streep y hasta Serena Williams. Un error común es pensar que las personas exitosas no lo tienen, pero pasa exactamente lo opuesto. Entramos en un mundo difícil de salir, pero que lo creamos nosotros mismos. Presenciamos esa falta de confianza que nos paraliza y no podemos seguir adelante.

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A veces es lógico, nos sentamos con personas con experiencia (como colegas con experiencia o nuestros jefes), tenemos miedo a hacer un desastre o decir algo y no poder arreglarlo. Pero hay que ser conscientes que por algo llegamos a esa situación, por algo estamos presente en esa reunión, por algo te ofrecieron ese puesto de trabajo. Nuestras acciones y logros previos para llegar a donde estamos hoy también tienen que estar sobre la mesa. Hay que ser conscientes de dar un paso adelante y tomar nuestro lugar como individuos de una sociedad, la cual somos miembros. Se trata de no paralizarse, de convertir todo en una fuerza del bien para seguir aprendiendo. No busco que este artículo sea del tipo motivacional, tampoco busco abordarlo desde la psicología porque no es mi campo. Más bien quiero contarles desde mi lugar que solamente saber la existencia del “síndrome” ayuda demasiado. El primer paso es darnos cuenta de las cosas. Es normal, nos pasó como estudiantes y nos va a pasar cada vez más como profesionales, ya sea trabajando en relación de dependencia o por nuestra propia cuenta. Pero tenemos que tener cuidado porque puede jugar en contra de nuestra productividad. Por lo tanto, no queda otra que salir a comerse la cancha. Y ahora hablo en representación de todos: el mundo no quiere privarse de ideas brillantes creadas por personas que dicen ser impostoras.

El síndrome es real, existe, está presente en la mayoría de nosotros. Y como una vez escuché por ahí: “los verdaderos impostores son los que no lo tienen”.