Meditación
La primera pregunta que les quiero plantear es:
¿Qué es la meditación?
La mejor respuesta que descubrí hasta el momento es:
¨Es el arte de hacer nada¨
¿Qué significará eso, no? Y más importante aún ¿en qué me puede servir comprender ese arte?
Mi recorrido en el mundo de la meditación comenzó hace algunos meses gracias al reencuentro que tuve con un maestro que me acercó la vida. (Algunos pueden creer en las casualidades, pero a mi manera de entender esta película que vivimos, las cosas suceden porque nosotros las estamos buscando.) Mas allá de los detalles técnicos del encuentro, quiero decir que estoy agradecido a esta persona por abrirme las puertas de este maravilloso mundo.
En este nuevo camino que comencé a recorrer, incorporé la meditación como un hábito dentro de mi rutina diaria. Tengo que reconocer que al principio no fue una tarea fácil, ya que nuestra mente no ve con buenos ojos la idea de sentarse un rato a hacer NADA. Es interesante ir conociendo a tu propia mente y cuales son los pensamientos que andan deambulando por ahí adentro - sorprendentemente, suelen ser siempre los mismos. Al principio la sensación es que hay mucho ruido. Te sentís incómodo. Hay un personaje que le podemos poner el nombre de EGO que es el primero que se siente atacado con esta actividad. Estas 3 letras que tienen tanto poder sobre nuestras vidas, nos dice que estamos locos, que estamos perdiendo el tiempo. Mi primera experiencia fue más o menos así:
Me desperté, me lavé la cara y baje al balcón. Me senté en una silla y cerré los ojos. Comencé a respirar, a pensar en las técnicas que me habían enseñado y en el orden que debía seguir. Mi mente comenzó - por microsegundos - a conectarse con la respiración. Me entusiasmé porque pensé que lo estaba logrando. Y aquí, mi primer error: pensé. A partir de ese momento me invadieron los pensamientos del día. ¿Qué estoy haciendo? Estoy perdiendo el tiempo. Tengo cosas para hacer y las tengo que hacer cuanto antes. Encima el vecino debe estar mirándome y diciéndole a la mujer: "Gorda, el flaco de en frente enloqueció, yo te dije que era raro." Frená, volvé a empezar. Me concentré y volví a respirar.
Nuestra mente está preparada para hacer, está entrenada para ir saltando de un pensamiento a otro, para preocuparse y ocuparse, para analizar, juzgar y actuar. Para estar activa, todo el tiempo. Cuando meditamos, le estamos poniendo una pared para que frene. Estamos silenciando al EGO - a esa vocecita que nos habla- y conectando con el ahora, con el presente. Y ¿qué ocurre en este presente? Nada. No hay hacia dónde ir. No necesitamos más. No hay responsabilidades que nos corran, porque son del después, no del ahora. Ahora estamos mi respiración, yo y mi mente. Conectados, observando.
Muy de a poquito, esta milenaria técnica, se fue ganando su lugar y respeto dentro de mi rutina titular. El curso que ofrece mi maestro, me permitió ingresar lentamente en esta técnica ya que las primeras semanas necesité comprometerme a practicar solo unos pocos minutos. Al principio, fue pura disciplina. Era cuestión de sentarme y cumplir con los minutos que tenía pactado hacer en ese día. Hasta que un día, que parecía ser igual que los demás, mientras estaba en el medio de la rutina lo sentí. Y una vez que lo sentí, no hubo vuelta atrás. No me pregunten qué fue exactamente, porque no tengo palabras para explicarlo y creo que para cada uno va a ser distinto. Lo que sí les puedo compartir es que hay un estado donde todo se observa con claridad y dejamos de juzgar el mundo que nos rodea.
Rompemos la barrera de nuestra conciencia para adentrarnos en el inconsciente y así poder conocer lo oculto ahí dentro. En ese lugar todo tiene sentido, todo esta conectado. Muchas veces no hay que hacer nada con aquello que descubrimos, el simple hecho de tomar conciencia sobre ello hace que uno tome perspectiva sobre lo que esta ocurriendo en su vida. No hay problemas. No hay ni bien ni mal. No existe tal polaridad. Todo fluye dentro de una corriente que no requiere esfuerzo.
Así es como descubrí una herramienta que me permite inducirme en un estado de bienestar. Hoy no lo hago por disciplina, sino por salud. Es como lavarme los dientes. Son unos minutos exclusivos al día para conectarme conmigo mismo y escuchar qué pasa ahí dentro. Suelo hacerlo antes de salir de casa y de esa manera me preparo para encarar el día desde un lugar de claridad.
Esa sensación de la que hablo, es la que intento transmitir. No tengo ninguna motivación externa ni beneficio alguno al compartir esta herramienta. No estoy propagando una religion, ni un estilo de vida. No me considero un yogi, ni una persona espiritual. Simplemente encontré algo que me hace bien y considero que cuantas más personas vivan en este estado, más sano va a ser el mundo que nos rodea. Imaginen la posibilidad de poder respirar antes de contestar una pregunta que para nosotros es importante. Y que gracias a ese segundo de pausa, podemos conectarnos con una tranquilidad que nos permita estar lucidos a la hora de responder. Imaginen hacer el mismo procedimiento pero antes de entrar a nuestras casas después de un largo día de trabajo. Respirar, tomar conciencia, agradecer, y entrar a nuestro hogar con otra cara y otra energía. ¿Cuánto mejorarían nuestros días?
Obviamente existen muchos tipos de rutinas para alcanzar sensaciones de este estilo. Esta es la que yo conocí hasta ahora y es mi verdad en este momento. Probablemente con el tiempo vaya encontrando nuevas técnicas y se vayan desarrollando nuevas metodologías quizás mas prácticas para lograr estos estados. Pero hasta el momento, es la más simple, concreta y sencilla que conozco. Como las duchas frías, pero eso lo dejamos para otro día.