Lava
Son las 6:37 AM en algún lugar del mundo y es probable que en algún otro momento estuviese pensando dónde, o en los colores del amanecer, o en encontrar las líneas que se pierden en el horizonte. Puede que también en los edificios y en los reflejos, o en una mirada.
Mientras tanto, acá está por entrar la noche y caminar por la calle hace que se me sequen los labios, un poco el viento y otro por el frío. También siento que en cualquier momento se me parten, y esto me sirve como excusa para escuchar en silencio mientras veo cómo las cosas se mueven un poco más lento de lo recordaba en la ciudad.
Es raro, porque es de tarde y no entiendo si esto es por la tormenta o si el último tiempo perdí la noción y ya no me interesa saber el momento exacto en el que el sol va a caer sobre las sierras.
Acabo de patear un llavero de Hello Kitty y es una de las primeras veces en las que casi tropiezo con algo que no es una baldoza rota, o mi torpeza.
Encuentro luces cálidas que cruzan las veredas llenas de bares, y también algunas miradas que se pierden en los filamentos de esos focos nostálgicos que están de moda, y no entiendo si es por melancolía o si en definitiva es eso la modernidad.
Alguien lee La Invención de la Soledad, de Auster. Pienso en los vasos y en las tazas vacías que se acumulan, como el silencio cuando alguien no lo encuentra (o no lo quiere encontrar) y llena de palabras el tiempo hasta que en una fracción de segundo aparece, porque siempre el silencio aparece, y estalla. Y aturde que las palabras un poco más.
Me gusta haber escapado un poco de las luces pero no del ruido, y ver cómo tonos pasteles toman por un ratito la ciudad.
Pienso en que puede que olvide el sonido de tu voz y tu cara, el frío de tus manos y el sentir tus suspiros en la madrugada cuando no podés soñar; o de pensar que quizás no se lleven tan mal tu soldedad y la mía.
Puede que olvide también tu mirada, la luna, y nuestros labios llenos de sal. Puede que un día invente recuerdos para poder olvidar.